Además, en la sección Latinoamericana se verá Piedra noche y El empleado y el Patrón (fuera de competencia), mientras que en la Argentina se exhibe Una escuela en Cerro Hueso y Las noches son de los monstruos (fuera de competencia).
Hellbender, de John Adams, Toby Poser y su hija Zelda Adams (Estados Unidos) este miércoles, a las 12 en competencia internacional, con su proyección en el Teatro Auditorium.
Es la historia de una adolescente que vive en una casa en medio del bosque con su madre, quien le prohíbe el contacto con cualquier humano o civilización con la excusa de llevar consigo una extraña enfermedad. Así, pasa sus días en soledad y ensayando con el dúo de rock gótico que conforman juntas. La aparición de una joven vecina será la puerta de escape hacia un terreno de exploración personal y, al mismo tiempo, de descubrimiento de oscuridades familiares, reveladas –para ella y para el espectador– en la forma de destellos que tiñen la pantalla de una psicodelia lúgubre, con una inventiva y frescura que el género venía necesitando.
El otro Tom, de Rodrigo Plá y Laura Santullo (Estados Unidos-México), entra en la competencia a las 15 en el Teatro Auditorium.
Todos dicen que Tom es un chico difícil. Su madre, Elena, inmigrante en el sur de Estados Unidos, trabaja todo el día y hace lo que puede para mantenerlo. Su padre se quedó en México y hace años que no lo ve. Y en la escuela la maestra trata a Tom de “anormal”. Un par de preguntas bastan para que una psiquiatra le diagnostique, casi sin mirarlo, un trastorno por déficit de atención e hiperactividad y lo medique. Ese otro Tom que aparece con las pastillas ya no molesta a los adultos, pero tampoco parece tener ganas de nada. Su madre carece de recursos para saberlo, pero los efectos secundarios de la medicación pueden ser terribles. Y, cuando empiece a sospecharlo y quiera oponer resistencia, aparecerá un nuevo peligro: perder la custodia de Tom. Con mucha empatía y sin golpes bajos, Laura Santullo y Rodrigo Plá construyen el retrato de dos personajes a la deriva en un mundo en el que todos juzgan pero nadie está dispuesto a ayudar, con el amor –a pesar de todo– como única arma para defenderse.
Competencia Latinoamericana
El empleado y el patrón, de Manuel Nieto Zas (Argentina, Brasil, Francia, Uruguay) se exhibe fuera de competencia en la Competencia Latinoamericana, a las 11.30 en el Paseo Aldrey.
Rodrigo es un patrón de estancia poco convencional, ligeramente incómodo en su rol. No parece tener ningún problema en la vida, o casi: su bebé presenta posibles signos de un trastorno, y su esposa y él esperan ansiosos el diagnóstico. En esa zona rural, en la frontera entre Uruguay y Brasil, ya no queda mucha gente para trabajar y, en la búsqueda de algún empleado que pueda manejar los tractores para la cosecha, Rodrigo conoce a Carlos. Carlos está más interesado en los caballos y una futura carrera que en sus tareas, pero acepta porque, aunque es muy joven, tiene una familia que mantener: su mujer y, como Rodrigo, una bebé. Pero un accidente desencadena una tragedia terrible y tensiones profundamente atravesadas por conflictos de clase y relaciones de poder. Rompiendo toda posibilidad tranquilizadora de identificación para construir un punto de vista mucho más complejo sobre los personajes y su mundo, Manuel Nieto Zas construye un relato incisivo e incómodo, lleno de preguntas.
Piedra noche, de Iván Fund (Argentina, Chile, España) compite en la sección Latinoamericana.
Las melancólicas playas de una ficticia localidad en la costa atlántica parecen ser la nueva residencia de un kaiju, criatura mitológica japonesa. Al menos eso aseguran los pescadores de la zona, aunque otros los refutan acusando al rumor de ser una burda maniobra de marketing turístico. En ese escenario enrarecido, un matrimonio intenta lidiar con la pérdida de su hijo, precisamente un fanático de los kaijus y de los videojuegos, que desapareció en el mar misteriosamente hace casi un año. La nueva película de Iván Fund lo encuentra más cercano a la fantasía y la aventura, pero no por eso alejado de lo humano (ni de lo mutante), y construyendo desde lo extraño un relato en el que el mar, el viento y las tormentas crean el entorno ideal para una historia sobre la muerte y el duelo. En Piedra noche la esperanza puede tomar las formas más oscuras e irreconocibles; en ese sentido no está de más recordar que, como el cine siempre nos ha enseñado, todo monstruo merece una oportunidad.
Competencia Argentina
Una escuela en Cerro Hueso, de Betania Cappato, se exhibirá a las 11 en el Paseo Aldrey, en la Competencia Argentina.
Ema no habla pero observa, atenta y a su modo, el mundo que la rodea. Después de ser rechazada por 17 instituciones por estar diagnosticada dentro del espectro autista, una escuela rural se ofrece a recibirla para que empiece primer grado. Y hacia allí va con sus padres –muertos de miedo, aunque lo disimulen–, para empezar una vida nueva en un pueblito a orillas del Paraná. Impulsada por la amorosa curiosidad de sus compañeros –que no ven ningún problema en las diferencias– y la atención dedicada de sus maestras, Ema empieza a transformarse de manera sutil pero determinante. Como la escuela lo hace para Ema, Betania Cappato crea un mundo para que sus personajes puedan habitarlo con libertad; un dispositivo de ficción que funciona como catalizador y abre la puerta a lo real. ¿Qué es una comunidad y cómo se construye? Una escuela en Cerro Hueso ensaya una respuesta posible a esa pregunta. Y nos recuerda que el cine, como la escuela, es quizás por sobre todo una forma de encontrarnos.
Las noches son de los monstruos, de Sebastián Perillo, se exhibe a las 14, en el Paseo Aldrey, fuera de la Competencia Argentina.
“Todo se va a ir acomodando”, le dice su madre a Sol. Acaban de mudarse a una nueva ciudad, a la casa de Gonzalo, su pareja. Pero nada parece acomodarse: en el colegio sus compañeras la maltratan y, mientras su madre trabaja, Gonzalo empieza a acosarla. Para colmo, una amenaza ronda el pueblo: dicen que un puma está matando a los animales. Mientras vaga por las calles intentando escapar de todo esto, Sol se cruza con una misteriosa perra blanca atrapada en una trampa; cuando intenta liberarla, la muerde. Sol la entiende porque sabe que a veces mordemos solo para defendernos, y así se sella un lazo que pronto irá cobrando tintes sobrenaturales. Con un espíritu que recuerda a los clásicos de género de los 80, Sebastián Perillo transforma la experiencia hostil de la adolescencia, en la que tantas veces acechan peligros bien reales, en un pequeño cuento de terror: una fábula sobre encontrar la fuerza para pelearle a la noche y empezar a sanar las heridas.